Para los que nos hemos embarcado en el mundo de la educación,
sabemos que uno de los aspectos imprescindible es conseguir un vínculo entre
educador y educando, sin esta relación, la acción educativa carece de sentido.
Por ello la comunicación entre los dos sujetos debe ser desde el dialogo y no
desde el monologo, es decir, evitar la jerarquía y dominación para dar paso a
la relación democrática. En esta línea no podemos
evitar citar a uno de los grandes
pensadores en materia de pedagogía liberadora, Paulo Freire, quien nos aproxima
a la idea de la imposibilidad de la educación desde una relación
unidireccional, y dar paso a lo que él
llama “Educación problematizadora”; “Así el educador es el que sabe, los
educandos los que no saben, el educador el que piensa, los educandos los
objetos pensados, el educador el que habla, los educandos los que escuchan
dócilmente.” (2008:74). Es decir, la educación desde el dialogo, que
permita la expresión de los educandos,
hacerlos partícipes del proceso educativo, la educación entendida como el
proceso de liberación de la persona.
La sociedad en la que vivimos se rige por un dogmatismo donde
predomina la seriedad y la norma, como afirma el psicólogo Henry Quesada; “Al
parecer damos por sentado que la adultez debe traer seriedad, y con esto damos
por sentado que se toma como signo de inmadurez la risa, pero paradójicamente
es esta parte de la manera en que la evolución humana ha tomado para adaptarse
a la realidad” (2016), más adelante entraremos en detalle sobre esta
concepción, de momento basta con mencionar, que la educación no está libre de
este paradigma, por ello surge la pregunta sobre el papel juega el humor.
Aun sin saber si será una herramienta eficiente para la práctica
educativa, podemos observar como si que tiene un fuerte poder liberador.
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