Utilizar un tono humorístico para explicar experiencias
emocionales propias (sean inventadas o no) promueve el aprendizaje del humor,
ver nuestras debilidades desde otra perspectiva y aceptarnos tal como somos.
A
veces me rio de mi mismo
“Hoy tenía que
madrugar y no quería, me he enfadado tanto que he pegado una patada a la cama, ¡que dolor de pie
tengo ahora!”,
“Ayer tuve una pesadilla, me desperté
y revisé toda la casa, incluso debajo de la nevera, nunca se sabe donde puede haber un monstruo gigante”
Ayuda a los niños a identificarse con el/la educador/a, lo toman
como modelo de expresión y auto ironía y se ríen, lo que mejora su atención, a
que retengan los aprendizajes y disfruten del proceso educativo.
Los educandos comprenden que se trata de humor, de bromas, pero
aprenden que si sabes reírte de ti te aceptas más y que todo el mundo tiene
debilidades.
Con el humor es más sencillo entrar en contacto con lo que nos
supone una dificultad, con emociones que a veces no podemos entender o
controlar.
Los resultados son lo más interesante, los educandos sienten
menos vergüenza por sus sentimientos, se conocen mejor y se aceptan, a la vez
que comprenden a los demás identificándose con ellos, con sus miedos, por lo
potencia también la tolerancia.
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